Quiero dar las gracias:
A Saumell, Cervantes y a los otros grandes compositores cubanos del siglo XIX,
cuya música maravillosa me inspiró a querer ahondar en ella.
A mi venerado Maestro César Pérez Sentenat, quien introdujo a estos clásicos
cubanos a mi repertorio durante mi niñez.
A Columbia University, institución que me alentó en el propósito de hacer
mi tesis doctoral sobre este tema, para el conocimiento de los musicólogos
extranjeros estudiosos de la materia. Fue completada en 1973, en un
volumen mucho más extenso, con el título de The XIX-Century Cuban Danza
and its Composers, with Particular Attention to Ignacio Cervantes.
Al gran musicólogo y amigo cubano, Odilio Urfé, responsable de la publicación
en 1988, 15 años después de escrita, de un extracto del original por la
Editorial Letras Cubanas, con una magnifica traducción de Rubén Casado.
A Radamés Giro, por su iluminante prólogo a la segunda edición.
A la Editorial Boloña, por publicar esta segunda impresión en un formato y con
un diseño muy atractivos.
Al Historiador de la Ciudad de La Habana, Eusebio Leal Spengler, por haber
apoyado y respaldado esta segunda edición, 40 años después de haber escrito el
original en inglés.
Quisiera también aclarar que no soy ni me considero musicólogo. Me
dediqué a compilar la bibliografía más completa existente en esa década de los
70 y a organizar esos materiales en la forma más lógica posible. Fue una obra
hecha con amor a mi Patria y a su música.
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Al centro: Claudia Fallarero, especialista del Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas, quien estuvo a cargo de la presentación del libroIgnacio Cervantes y la danza en Cuba. A su derecha, Silvana Garriga, editora, y Joyce Hidalgo-Gato, diseñador; a su izquierda, Mylena Suárez, especialista de Ediciones Boloña.
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Palabras de presentación del libro Ignacio Cervantes y
la danza en Cuba de Salomón Gadles Mikowsky
«En el campo de la música cubana, los trabajos eruditos sobre muchos aspectos
importantes están anticuados o se carece de ellos totalmente. […] Esta obra
intenta llenar un vacío al prestar atención a la danza cubana del siglo XIX, en
la cual se encuentran los orígenes de la música cubana como expresión nacional
definida. La comprensión de la evolución de la danza desde el clásico baile
europeo de figuras hasta estilizadas piezas para piano con peculiares rasgos
propios, es básica para la comprensión de la música cubana». Con estas
sentencias comienza Mikowsky su libro sobre Cervantes, un texto válido en
manejo bibliográfico, por demás actualizado de lecturas que para los estudiosos
cubanos de los años 70 eran aún inaccesibles. Puede decirse que está signado
por corrientes de pensamiento muy diferentes a lo largo de su desarrollo, y eso
es –quizás– uno de sus principales aportes. No hay que olvidar que, como texto
que responde a un ejercicio académico, el autor debió acometer una
reconstrucción histórica previa en la primera parte que lo llevó a revisar el
origen e implantación de la danza en Cuba con antecedentes franco-haitianos y
españoles. Es a partir de esa plataforma histórica que llega al concepto
contradancístico de Manuel Saumell y por ese camino, a las danzas para piano de
Ignacio Cervantes, su principal preocupación teórica.
Contemporáneo del presente libro de Mikowsky sobre Cervantes, lográbamos un
estudio tan valioso en Cuba como el de Zoila Lapique: primer tomo de la Música
Colonial Cubana en las publicaciones periódicas (1812-1902) editado
igualmente por Letras Cubanas una década antes del texto de Mikowsky, ―que sin
embargo, no conoció por encontrarse fuera de la Isla―. Con el libro de Lapique
se revisaba la historia musical cubana anterior a la República, por primera vez
a partir de sus fuentes originales.
Las intenciones de ambos son coincidentes en muchos aspectos. La preocupación
por la dancística del siglo XVIII y la comprensión de que es en el XIX cuando
se inicia el verdadero camino de la concreción identitaria cubana en términos
musicales son dos ideas vitales en ambos libros.
La preocupación de Mikowsky y el llamado de atención sobre la importancia de la
dancística de Cervantes en la cristalización de la identidad cubana signa la
segunda sección del libro, que se centra en una necesaria revisión que
sobrepasa la historia biográfica y estilística para generar una historia de la
recepción que atiende a los escuchas de la época y valora las intenciones de
composición de Cervantes, a partir de las interacciones sociales que vivió con
su contexto decimonónico.
Uno de sus principales logros es la comparación de las ediciones críticas que
hasta los años 70 habían tenido las danzas de Cervantes. La divergencia de
visiones de sus editores, los «acomodos rítmicos» que incorporaron a algunas
partes y sobre todo la disposición de las danzas según su posible fecha de
composición, son el cimiento teórico que, sin dudas, ha aprovechado Mikowsky
para enseñar este repertorio por muchos años a sus alumnos. La disposición de
las danzas que propone, por ejemplo, en las páginas 105 y 106 del libro, no es
para nada la que nos presentó su alumna Wenqiao Jiang en la apertura del Primer
Encuentro de Jóvenes Pianistas, celebrado en La Habana el reciente mes de
junio, donde prevaleció una dramaturgia a partir del interés temático
extramusical y de los contrastes musicales de las piezas. Desdoblado el
Mikowsky teórico y el músico práctico y pedagogo, con enfoques funcionales no
excluyentes, pero sí diferentes en función de cada caso o resultado
artístico.
Puede decirse que esa visión crítica de Mikowsky fue fundamental para fundar
una manera coherente de entender la interpretación pianística de las obras de
Cervantes en la escuela cubana de piano a partir de los años 80. Lo sé porque
al amparo de visiones de este tipo me formé y se formaron mis contemporáneos en
el estudio de la música cubana para piano. No fue posible que un maestro cubano
fijara para un alumno una danza de Cervantes en un programa sin que ello conllevara
la lectura obligatoria del texto de Mikowsky. Por tanto, leí a Mikowsky cuando
no soñaba conocerlo físicamente.
Desde este libro ningún otro compositor local del pasado o presente se ha
tocado en Cuba con tanta consciencia como Cervantes, con una hermenéutica tan
minuciosa de sus danzas, con una atención tan específica a cada uno de los
elementos presentes en su discurso musical.
MsC. Claudia Fallarero
Gabinete de Patrimonio Musical Esteban Salas